Una antigua norma de la ciudad, hoy en día, no permite a vendedores ambulantes obtener un permiso para trabajar en las calles. Y aunque muchos consideran que los comerciantes callejeros tienen un trabajo fácil,  lo cierto es que son multados y hasta arrestados en sus mismos centros de trabajo.

¿Se puede justificar la falta de permisos cuando existen miles de estos trabajadores en una industria establecida hace décadas?

Fabiola Galindo nos da los detalles en esta segunda parte del reporte epecial.

Suena fácil eso de salir a la calle a vender, suena fácil pero en realidad no lo es. 

"Llega la policía le ponen la esposas, lo llevan a uno al precinto, ahí le hacen durar un tiempo, de ahí lo llevan a downtown y allá en downtown los sueltan a uno", expresó una vendedora.

Eso es lo que le pasó a esta vendedora del Alto Manhattan. Prefiere no mostrar sus rostro porque en los 18 años que trabaja, la han arrestado varias veces por vender su mercadería sin tener permiso, algo considerado un delito menor.

"Uno hace trabajo comunitario y hasta $295 he pagado yo", comentó la comerciante.

Según reportes sólo en el 2013, la Policía emitió 7,200 órdenes de comparecencia a vendedores sin permiso. Nos cuenta que el servicio comunitario muchas veces consiste en limpiar las oficinas de las mismas agencias que la multan. Le afecta ser parte de esta estadística y de una industria que, como ella dice, a pesar de llenar las calles de la ciudad es invisible para las autoridades.

“Qué yo voy a hacer con 58 años? Yo he llenado muchísimas aplicaciones en muchísimos sitios. Yo he salido porque adonde voy a encontrar trabajo?”, preguntó la negociante.

El problema es que los permisos de vendedores generales no se otorgan desde 1979, cuando se limitaron para veteranos de Guerra bajo la ley 853 que pone un límite al máximo de permisos que se entregan. La lista de espera para conseguir uno cerró en 1996. Esto se traduce a la creación de un Mercado negro en donde solo alquilar el preciado permiso, puede costar miles de dólares. Pero hay más, esto no les impide ser multados.

"Por cualquier cosita son tickets y tickets todo lo que uno va a ganar se lo va uno pasando", añadió otra vendedora.

Claudia Lopez vende dulces de $1 a $2.50 dólares cada uno y se las ingenia para pagar papeletas de hasta $500 dólares mensuales que recibe del Departamento de Sanidad porque el puesto que ocupa en Corona, Queens está 8 pies más cerca de lo permitido a un establecimiento. La calle es demasiado angosta dice y le gustaría que esta norma también cambie. 

'Es como una renta ya yo digo, es una renta porque para librar esa renta necesito bajarme a la acera y es imposible", dijo la vendedora de dulces.

Este límite en la cantidad de permisos que se emiten, prohíbe que miles de vendedores esten en regla, dejándolos desprotegidos al ser arrestados simplemente por ir a trabajar. La cantidad de permisos existentes no es suficiente para todos. La ciudad podría ver ganancias si es vuelve a emitirlos, sin embargo hay muchos personas que se oponen a hacerlo.