Melanie Pratts, enfermera de Nueva York, pasó 14 días en Puerto Rico junto con médicos y profesionales de emergencia. Recientemente, regresó a la Gran Manzana con el corazón en la mano, ante la destrucción y las experiencias vividas.

Entre ellas la de una anciana quien, pese a sus heridas, no dejaba de usar su machete para ayudar en el proceso de limpieza. 

Pratts detalla lo que esta señora le comentó: "Cortando palos y tenía me parece como 69 años y se dio una herida en la pierna y vino donde nosotros y dijo: 'Así son las cosas, así son las cosas. ¿Quién lo va a hacer?, lo tengo que hacer yo'".

Melanie cuenta que el Puerto Rico que encontró no tiene el verdor que conocía desde niña. Su padre vive en las montañas del pueblo de Lares. Ella había sido asignada a un hospital del área Este, así que su padre manejó por cuatro horas para ir a su encuentro. 

"Investigó todas las carpas, donde estábamos durmiendo. Me regañó por no arreglar mi cama, en el cot  porque los demás arreglaron sus camas y bueno, me dio alegría verlo una vez porque, porque no sé cuando lo voy a ver de nuevo", apunta Pratts entre lágrimas.

Ella y el equipo de profesionales de la Clínica de Ojos y Oídos de Mount Sinai, en el Bajo Manhattan, atendieron a más de 1,600 personas. La mayoría había sufrido heridas durante la limpieza. También trataron un brote de conjuntivitis y otras enfermedades en el área Este de Puerto Rico.

Una de las experiencias que jamás olvidará fue ver cómo los jóvenes puertorriqueños que estaban sin clases, se convirtieron en traductores de sus abuelos o de personas de mayor edad para ser el puente entre ellos y los doctores: "Eran como 12 que estaban ahí, todos los días, a las ocho de la mañana así ayudando y eso era algo lindo".

Al preguntarle si volvería a Puerto Rico para seguir ayudando a las víctimas, esto fue lo que respondió: "En un minuto. Como digo, fueron dos semanas y no se siente que fue suficiente".