"Te quiero mucho", le dice el hijo menor Fernando a la madre Rosayra.

"Yo también te quiero mucho papi", responde la madre.

"Gracias por cruzar todos los días", agrega el hijo.

Ha transcurrido una semana desde que la pesadilla de la separación terminó para Rosayra Pablo Cruz y sus hijos Jorge Alberto “Jordy” y el menor, Fernando, quien a sus 5 años tiene el entendimiento para agradecerle el valor que tuvo durante la travesía que la llevó del desierto de Arizona hasta el centro Cayuga para recuperarlos. E

Esta noche la madre y sus dos hijos son invitados de Julie Schwietert Collazo, fundadora de la organización que pagó la fianza para que Rosayra saliera de la detención migratoria y la trajo hasta aquí.

Los hijos de la madre inmigrante y la activista se han hecho amigos. Ellas también. Julie recaudó 200,000 dólares para seguir liberando a madres inmigrantes que siguen detenidas y separadas de sus hijos.

"Caían como en depresión ahí en Eloy. Son traumas muy grandes para la vida porque yo me daba cuenta, personas que estaban llorando, no salir a comer, se quedaban encerradas y les decían: ve a comer o tienes que ir al médico y ellas no querían porque solo llorando y llorando por sus hijos", explicó Rosayra sobre parte de lo que vivió en el centro de detención en Eloy.

Y ahora que están de nuevo juntos, Rosy y los niños han podido pensar en sus planes y deseos sin el acecho de las pandillas en Guatemala.

 "Mi sueño es que ellos estudien, porque aquí hay un poco más de seguridad. Pues aquí quizá van a tener la libertad de estudiar, la libertad que no tuvieron en mi país", dijo Rosayra.

"Seguir adelante. Apoyar a mi mamá hasta donde Dios lo quiera", dijo por su parte "Jordy" el mayor de los dos hijos,

Rosayra todavía no está completamente tranquila. Su caso de asilo político queda pendiente.

"Un sueño como todavía a medias", dijo.

También reconoce temor de lo que ha escuchado. De acuerdo con organizaciones civiles y expertos, cientos de familias como la suya experimentarán Síndrome de Estrés Postraumático como resultado de la separación.

"Felices porque ya estamos juntos, tranquilos. Fernando a veces se pone un poco triste. Si necesitamos un apoyo psicológico", reconoció Rosayra.

Las cicatrices no son solamente emocionales.

Al día siguiente, con sus hijos en una nueva ciudad y tras haber viajado por primera vez en el subway para encontrarse frente a la Estatua de la Libertad, Rosayra Pablo Cruz reflexiona una vez más sobre una travesía que comenzó aun antes de que saliera de Guatemala donde su esposo fue asesinado, confesándonos que las cicatrices en sus brazos son heridas de bala. Al ver hacia el futuro, es su fe religiosa lo que le da fuerza.

"Realmente he tenido muchos golpes en la vida, circunstancias muy difíciles. A veces los golpes de la vida te hacen ser fuerte. Te doblan, o te hace ser fuerte y por la gracia de Dios, a mí me han hecho fuerte por mis hijos y para mis hijos", concluyó la madre inmigrante.