El deseo de un cambio radical entre muchos brasileños luego de años de turbulencia política ha atizado el aumento de popularidad de un excapitán de ejército, de extrema derecha, que según sus simpatizantes combatirá la corrupción si el domingo resulta elegido, pero sus oponentes advierten que es una amenaza para una de las democracias más grandes del mundo.

Jair Bolsonaro ha ganado seguidores al definir a Brasil como un país en guerra, con criminales, políticos corruptos e ideas izquierdistas que según él podrían convertir al país en Venezuela, y promete revertir esa ola con fuerza y un gobierno íntegro. Previo a la elección del domingo, las encuestas indicaban que Bolsonaro tenía una ventaja de más de 10 puntos sobre su rival, el candidato izquierdista Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores.

Ambos votaron temprano. Bolsonaro, rodeado de agentes de seguridad, no hizo declaraciones. Haddad dijo, "confío en que podemos ganar. Hay muchas voces democráticas que pudiendo callar, han hablado a favor nuestro".

Bolsonaro ganó popularidad debido al descontento de los brasileños con su sistema político luego de un escándalo de corrupción masiva y una recesión prolongada. En particular, muchos brasileños están furiosos con el Partido de los Trabajadores por su papel en la maquinación de corrupción conocida como "lava autos" y Haddad ha tenido problemas para crear una buena expectativa con sus promesas de volver a los tiempos de auge invirtiendo en salud y educación y reducir la pobreza.

"Si tienes tres crisis ocurriendo al mismo tiempo _económica, política y moral, y de alguna manera ética_ creo que uno crea un escenario que es perfecto para candidatos radicales, autoritarios y ajenos a la política", dijo Oliver Stuenkel, profesor asociado de Relaciones Internacionales de la Fundación Getulio Vargas en Sao Paulo. "No sería extraño que nos tocara ver la erosión de la democracia en Brasil. Ya la estamos viendo".

Muchas personas en Brasil y fuera de este país han dicho estar preocupadas por la erosión de los derechos civiles y el debilitamiento de las instituciones en lo que queda de una democracia joven, especialmente desde que Bolsonaro comenzó a hablar nostálgicamente sobre las dictaduras militares de Brasil de 1964 a 1985 y dijo que nombraría a militares a su gabinete.