Este el comienzo de la travesía de una madre para recuperar a su familia.
 
“Estoy en shock. No lo podía creer, la verdad. Le alabo a un Dios vivo y sabía que iba a salir, pero no sabía que iba a ser de esta manera", dijo Rosayra Pablo Cruz.
 
“Rosy,” como la conocen en el pueblo donde nació, vestía la misma ropa que el día que fue arrestada por agentes de inmigración hace casi dos meses . Lucía desbordada de emoción, consciente que este era el primer paso del largo camino para recuperar a sus hijos.

NY1 Noticias viajó al centro de detención migratorio en medio del desierto para documentar su liberación y acompañarla en el camino que emprendió para reunirse con sus hijos en Nueva York.

"Ahí hay muchas peticiones que se quedan nada más en el techo de Eloy y no salen hacia afuera. Se ven muchas cosas ahí adentro que es imposible. No sé, para mí es imposible creer, yo no me lo esperaba", añadió Rosayra.
 
Eloy es una pequeña ciudad del condado de Pinal, a casi 65 millas al sureste de Phoenix, en Arizona. Su población es de 17,000 personas e incluyó a Rosayra Pablo, la inmigrante guatemalteca que sin quererlo se convirtió en una de sus habitantes mientras permaneció detenida en el centro de detención migratoria que lleva el mismo nombre del lugar.

"Sabía que el señor me iba a sacar de ahí… pero no sabía que realmente habían personas con tan gran corazón en este país, y sí, también hay gente mala, pero también hay gente buena", dijo Rosayra.

La travesía comenzó el 11 de julio, cuando Rosayra fue puesta en libertad mientras espera su petición de asilo.

Fueron desconocidos quienes donaron el dinero para pagar su fianza y los gastos del viaje.

Su abogado, Jose Xavier Orochena la llevó a comprarse ropa… una blusa verde y jeans… lo mínimo necesario para poder cambiarse y dirigirse a Nueva York tras pasar una noche en un hotel de Phonenix.

A pesar de que nos dijo que las emociones no la dejaron dormir, la mañana siguiente nos contó el sueño que hecho realidad comenzó el fin de su pesadilla.
 
“Soñé que me decían que yo me iba. Me había llamado la misma y dice: ‘Ya te vas.’", contó Rosayra.

"Yo le digo: ‘¿Yo?’".

"‘Si.’"

"‘Pero, ¿cómo yo, si no he pagado mi fianza?’".

"Me dice: ‘Sí, ya pagaron tu fianza. Escribe tu nombre'".

"Me puso una libreta en la que tenía que escribir mi nombre. Cada que escribía una letra, en vez de ponerse la letra normal, se crecía. Y quedó mi nombre con letras grandes. Entonces dije: ‘Señor, tú me estás confirmando la salida'".

Rosayra puso esa misma fe en que recuperaría a sus hijos Jorge Alberto "Jordy" de 15 años y Fernando, de 5, a quienes no veía desde que fue separada de ellos días después de que cruzar la frontera de San Luis Rio Colorado en México a San Luis, Arizona, donde fueron hallados por la Patrulla Fronteriza.

Ambos hijos habían sido enviados al Centro Cayuga de East Harlem. Pero antes de dejar el desierto, tendrían que regresar una vez más a Eloy, lugar donde a Rosayra nos contó que lloró más de lo que jamás imaginó.
 
“Hasta mis lágrimas se me acabaron de llorar por mis hijos, de saber lo inesperado. Yo no sabía que me iba a pasar", dijo Rosayra.
 
Esta última visita era para tratar de recuperar su pasaporte guatemalteco, documento que de ser vigente, marcaría la diferencia entre días más de espera para recorrer 2,500 millas por tierra y la posibilidad de abordar un avión a Nueva York para ver a sus hijos horas más tarde.