Los brasileños reflejaron su disgusto con la corrupción y la delincuencia en la primera ronda electoral, en la que casi le dan la victoria definitiva a un ex militar que promete restaurar "los valores tradicionales".

El congresista ultraderechista Jair Bolsonaro obtuvo el 46% de los votos el domingo, pero no el 50% necesario para evitar una segunda vuelta. Esa elección tendrá lugar el 28 de octubre cuando se medirá con Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores.

Haddad, que había sido ungido por el encarcelado ex presidente Luiz Inácio da Silva, obtuvo el 29% de los votos, y según las encuestas el desempate será reñido.

Los sondeos indicaban que Bolsonaro iba salir bien el domingo, pero superó las expectativas gracias a mayor financiamiento, el respaldo de partidos políticos tradicionales y mayor cobertura por los canales de televisión. Bolsonaro, del pequeño Partido Social y Liberal, hizo buen uso de Twitter y Facebook para difundir su mensaje de que sólo él puede poner fin a la corrupción, a la delincuencia, y al mediocre desempeño económico.

"Esta es una victoria para la gente honesta, para los que queremos lo mejor para Brasil, dijo Bianca Santos, una psicóloga de 40 años de edad que estaba frente al hotel donde Bolsonaro veía los resultados electorales por televisión. "Creo que él es el único que tiene un plan concreto para poner fin a la delincuencia".

Para los brasileños, Bolsonaro y Haddad ofrecen contrastantes visiones para el futuro. Bolsonaro ha prometido reducir drásticamente el gasto público, privatizar la mayor cantidad posible de empresas estatales y poner coto a los movimientos sociales que en años recientes han cobrado popularidad.

Entretanto, siguiendo las raíces izquierdistas del Partido de los Trabajadores, Haddad ha prometido luchar contra la desigualdad social, anular una polémica reforma laboral aprobada el año pasado e invertir más en educación.

Las políticas económicas del próximo presidente tendrán un enorme impacto en Latinoamérica, pues muchos países vecinos son importantes socios comerciales de Brasil. Además, el futuro gobierno tendrá un impacto en Venezuela, tanto en el terreno diplomático como en el área de inmigración, ya que miles de venezolanos han huido a Brasil debido a la crisis política y económica de su país.

Aunque la jornada se llevó a cabo con tranquilidad, el proceso electoral estuvo marcado por un intenso descontento hacia la clase gobernante tras años de turbulencia política y económica.

Dos grandes hechos marcaron el camino: el político más popular del país, Lula da Silva, vio rechazada su candidatura, mientras que Bolsonaro sufrió el ataque con cuchillo.

El candidato más beneficiado del descontento social fue Bolsonaro.

Bolsonaro es conocido por su nostalgia por la última dictadura, sus insultos a las mujeres y a los gays y sus llamados a reprimir la delincuencia, dándole más garantías a las fuerzas de seguridad.

Quien resulte electo en la segunda ronda dirigirá un país sumido en una crisis económica y política, aún conmovido por el caso Lava Jato, el mayor esquema de corrupción en la historia de país develado a partir de 2014.

Bolsonaro habla de un Brasil al borde del colapso donde narcotraficantes y políticos roban impunemente y reina la amoralidad. Se ha manifestado a favor de flexibilizar las leyes de tenencia de armas para que la gente pueda protegerse, darle rienda suelta a la policía y restablecer "valores tradicionales", una frase que ha causado desasosiego debido a sus halagos hacia la época de la dictadura y sus insultos contra las mujeres, los negros y los gays.

"Hay un fuerte deseo de cambio", opinó Andre Portela, profesor de Economía de la Fundación Getulio Vargas, un importante centro de estudios e investigación. "Bolsonaro se ha aprovechado de eso y se ha presentado como agente del cambio, pero no queda claro si realmente lo será".