"Aquí era el lugar donde a mi esposo le gustaba siempre sentarse cada vez que llegaba del trabajo a beber su cafecito y a comer", contó Ramona Torres.

Después de un matrimonio de más de 30 años a Ramona le es difícil adaptarse a la idea de que Rafael Torres Cruz, de 70 años, el padre de sus dos hijas, ya no está.

Rafael llegó a Nueva York cuando tenía 15 años. Trabajó en una fábrica empacando mariscos por unos 22 años y luego regresó a la República Dominicana a los 40 años de edad. 

Después de durar un par de años en su país, regresó a Nueva York y empezó a trabajar como taxista en Manhattan para darle un mejor futuro a sus hijas. 

Le gustaba pasar meses en Quisqueya y cuando regresaba, volvía a su trabajo de taxi. 

El año pasado viajó en enero pero regresó en febrero, para seguir trabajando y ganarse un dinerito para la graduación de su hija Carolina. 

“El siempre le decía 'echa pa’lante, echa pa’lante, edúquense para que trabajen y consigan un buen trabajo'".

Fue ahí cuando ella cree que él se enfermó al igual que todos en la casa. 

Rafael fue hospitalizado por más de un mes y murió el 24 de abril sin ver a su hija graduarse de una maestría en Salud Pública de la universidad de Columbia en mayo.

“El sí me llamó el domingo y me dijo 'me siento muy mal' y ahí se apagó el teléfono, o no pudo seguir hablando, eso fue lo último que me dijo", contó Ramona.

Casi un año después de su muerte, Catheryn, su hija menor, atribuye a su padre la mayor parte de sus logros. 

Desde muy pequeñas él siempre la impuso a ella y a su hermana a dar lo mejor de ellas.

“Trofeo de baile, modelaje, y mi papá siempre estaba orgullosa de nosotras y siempre quería que nosotras fuéramos alguien en la vida", dijo Catheryn Torres. 

Mientras enfrentan esta pérdida, Ramona, fundadora de un grupo folclórico dominicano y quien también se desempeña como asistente a enfermera, sufre las secuelas del virus. Dice que aún siente dolor en casi todo su cuerpo. 

“Me va bajando, después me coje la pierna entonces ya cuando me coje la pierna que me duele mas aquí en esta coyuntura, casi no puedo no puedo mover la pierna, me es muy difícil para yo pararme y caminar de una vez".

Por el momento la hija mayor está trabajando para los CDC en Puerto Rico y la menor sigue estudiando para cumplir el deseo de su papá.

"Me falta un año y medio todavía para graduarme para ser maestra entonces lo voy hacer por él", agregó Catheryn.

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