Caminar por esta zona del World Trade Center despierta viejas emociones para Devis Cáceres: "Yo creo que andaba como un zombie. Tú vienes, andas haciendo cosas pero te concentras más en ayudar en vez de pensar de lo que te va a pasar a ti. Porque en ese momento, no piensas en ti solo piensas en lo que puedes hacer. Si hay alguien sobreviviente que está todavía ahí".  

Es la primera vez en 20 años que este rescatista voluntario de origen hondureño visita el lugar luego de los ataques terroristas del 11 de septiembre. Hasta ahora, evitaba revivir la tenaz pesadilla que lo despierta de vez en cuando. 

"Fue bien llegador al corazón de uno, en ese momento no más quería ayudar", detalla Cáceres. 

El soldador y hojalatero trabajaba en un edificio cuando vio pasar, volando muy bajito, el primer avión y luego lo vio estrellarse contra la Torre Norte del World Trade Center. Devis, quien en ese momento tenía 24 años, nos relató cómo ayudó durante 8 días a buscar sobrevivientes o recuperar los cuerpos o partes de los fallecidos. 

"Sacar las partes de las personas y ver que solo se ponían en bolsas y no sabíamos quién es quién ni nada de eso. Ver, el olor de lo quemado, que eso nunca se olvida", relata el hondureño.

Cáceres es uno de los 10,000 miembros del Concilio del Oficio de la Construcción de la ciudad de Nueva York que empuñaron sus herramientas y se ofrecieron en los esfuerzos de recuperación en la zona cero.

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Devis, miembro del sindicato Local 580, trabajaba cerca de 19 horas al día: "Nosotros no usábamos ni máscara. No usábamos nada, solamente guantes para agarrar las personas y ponerlas en una bolsa y ya nada más".  

Y piensa que tuvo suerte. Muchos de sus compañeros han muerto por enfermedades contraídas durante este trabajo. Otros están muy enfermos: "Siempre me comunico con unos cuantos de ellos. Pero algunos no pueden hablar; tú sabes, porque tienen el cáncer en la garganta y es muy difícil para ellos hablar".

De las 2,753 personas que murieron ese día solo se encontraron 293 cuerpos intactos. A pesar de la investigación forense más costosa en la historia de Estados Unidos, los restos de 1,113 personas aun no han sido identificados. Pero su trabajo y el de sus compañeros al menos trajo un cierre para cientos de familias en Nueva York.